sábado, 9 de julio de 2011

UNO CONTRA TODOS -La historia secreta del ARA San Luis durante la Guerra del Atlántico Sur


Jorge Rafael Bóveda nació en Buenos Aires en 1961. Se graduó de abogado en la Universidadde Buenos Aires. Su gran interés por el conflicto delAtlántico Sur, en general, y la actuación de la Fuerza de Submarinos,en particular, le ha permitido entrevistar a los principales protagonistas de la ArmadaArgentina que han tenido participaciónactiva en la contienda bélica. Es colaborador de distintas publicaciones nacionales y extranjeras como Todo es Historia (Argentina), Warship World (ReinoUnido) y Fuerza Naval (España). Fuedistinguido con el Premio Creatividad 2003 en el género periodismode investigación que confiere la Academia Nacional de Periodismo por uno de sus artículos de investigación aparecido en la revista Todo es Historia. Es miembro del Instituto Nacional Browniano y del Instituto de Historia Militar Argentina. Su primer libro, Malvinas: La Odisea del Submarino Santa Fe, fruto de siete años de investigación y un centenar de entrevistas a los protagonistas directos de los hechos ha sido recientemente editado por el Instituto de Publicaciones Navales.



El ARA San Luis fue una de las dos unidades submarinas que fueron desplegadas a principios de abril de 1982 y la única que en los hechos debió vérselas cara a cara con la poderosa fuerza de tareas enemiga. Su moderna tecnología y sofisticados sensores hacían preveer, en el corto plazo, terribles perdidas para el enemigo. Inexplicablemente, tras 74 días de lucha ningún buque británico fue hundido por un torpedo argentino. Este artículo pretende, sobre la base del testimonio de los protagonistas directos de los hechos, echar luz sobre aquellos dramáticos 39 días de patrulla en que el S-32 disputó (sin éxito) la supremacía naval a la Royal Navy en el Atlántico Sur. Se trata pues, del inédito testimonio de un combate entre “David & Goliat” que se proyecta más allá del conflicto y permite extraer valiosas conclusiones de cara al futuro del arma submarina Argentina. El gallardo desempeño del S-32 en condiciones de extrema adversidad contra un enemigo varias veces superior en cantidad y calidad de medios antisubmarinos constituye una clara muestra de la alta calidad profesional de nuestras tripulaciones. La asombrosa capacidad del San Luis de sobreponerse a tan adversas circunstancias se enmarca en las más arraigadas tradiciones de nuestra Marina de Guerra y servirá, sin duda, de ejemplo para las nuevas generaciones de submarinistas.

1– Alistamiento para la guerra

Cuando el Capitán de Fragata D. Fernando María Azcueta (40), hijo de un distinguido submarinista, tomó el mando hacia finales de diciembre de 1981 del moderno submarino clase 209 ARA San Luis (S-32) de manos del Capitán de Fragata D. Miguel C. Rela no podía siquiera imaginar que en poco más de tres meses estaría librando una guerra contra la tercera potencia naval del mundo. Menos aún podía prever las serias limitaciones
operativas de que adolecía su unidad y que comprometerían seriamente su eficacia como unidad de combate. A mediados de marzo de 1982, mientras Azcueta y sus hombres se ejercitaban con las corbetas tipo A-69 ARA Drummond (P-31) y ARA Granville (P-33) frente a las costas de Mar del Plata, recibió la orden de interrumpir el adiestramiento y regresar a puerto, sin que luego se le brindara ninguna explicación sobre este inusual proceder.

Poco después observó en los muelles de la Base Naval el alistamiento del ARA Santa Fe (S-21), al mando del Capitán de Corbeta Horacio A. Bicain, sin poder sonsacarle a ese Jefe ningún dato que le permitiera salir de la enorme incertidumbre en la que se encontraba. Recién en la mañana del 2 de abril se develaron todas las incógnitas al hacerse público por los medios radiales y televisivos de todo el país el desembarco argentino en las Islas Malvinas. No obstante, Azcueta debió esperar otras 24 horas antes de que el COFUERSUB (1) (Capitán de Navío Eulogio Moya Latrubesse) lo recibiera y le ordenase “alistarse en el menor tiempo posible para zarpar”. A partir de ese momento comenzó una frenética carrera contra reloj por parte de toda la dotación para dejar el buque en las mejores condiciones operativas posibles. Ya durante las pruebas de mar realizadas en aguas próximas a la Base de Submarinos surgieron los primeros de una cadena de inconvenientes al comprobarse que el S-32 no podía desarrollar velocidades en inmersión superiores a los 14,5 nudos. Una inspección más detallada del buque reveló que no sólo el casco y la hélice estaban cubiertos de incrustaciones de unos pequeños crustáceos denominados “cirripedios” o “dientes de perro”, sino que el interior de las tuberías de refrigeración de los motores diesel de propulsión también habían sido alcanzadas.

Ello generaba que los motores se detuvieran al recalentarse por falta de caudal de agua para refrigerarlos. Como no había tiempo para llevar el buque al dique de carena (2) —dada la urgencia en zarpar—, Azcueta debió recurrir a los alumnos de la vecina Escuela de Buceo, quienes provistos de respiradores para baja profundidad del tipo “narguil” rasquetearon ......

LEER MÁS

No hay comentarios:

Publicar un comentario