domingo, 19 de junio de 2011

De porqué no hemos perdido la guerra

En estos días en los que la prensa habla de nativos malvinenses con DNI argentino, me complace compartir la história y los pensamientos de Alejandro Jacobo Betts




De 1997 a 2000 se desempeñó como asistente técnico en el gabinete de Relaciones Exteriores Comercio Internacional y Culto, es además autor de los siguientes libros: La verdad sobre mi tierra natal: Malvinas; El colonialismo residual e Historia de las islas Malvinas.


El Vcom. Luis R. Estrella, de la Junta de Investigación de Accidentes de la Aviación Civil (Córdoba), tuvo oportunidad de entrevistar a Alejandro J. Betts, un malvinense de nacimiento pero argentino por adopción. El Sr. Betts, estudioso de la problemática de nuestras islas, hace en este reportaje un análisis en defensa de la posición argentina

Alejandro Jacobo Betts nació el 28 Oct '47 en Puerto Argentino, islas Malvinas. Realizó sus estudios primarios y secundarios en escuelas públicas de su ciudad natal y posteriormente cursó a distancia distintas asignaturas, especializándose en Matemáticas y Contabilidad en las universidades de Londres y Edimburgo.
En 1979 ingresa a la Fuerza Aérea Argentina, donde se desempeña en Líneas Aéreas del Estado-LADE (Puerto Argentino), como Despachante de Tráfico y traductor. En Jun '82 se traslada al continente, fija su residencia en la ciudad de Córdoba, y allí concurre a institutos de enseñanza primarios y secundarios hasta completar su formación en castellano, mientras sigue cumpliendo funciones en LADE como encargado de la Sección Contable y Despachante de Servicio Aéreo de Transporte Militar (STAM).
Forma parte del cuerpo docente de la Escuela de Aviación Militar durante tres años (1991/94).
Entre 1999 y 2000 figura como instructor adscripto al Centro de Actualización y Perfeccionamiento de Procedimientos Administrativos (CRAPO) y, durante 2001 pasa a ser Jefe de División Desarrollos de ese organismo, dictando además en él clases de apoyo y talleres interactivos.
El señor Betts efectuó además diversas gestiones en apoyo a los reclamos de nuestro país por la soberanía en Malvinas:
Entre Nov '82 y Jul '02 fue peticionario independiente, integrante de la delegación argentina ante la Asamblea General y el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas en defensa del legítimo derecho argentino sobre las islas.
Durante el período 1996/2001 figuró como invitado especial del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas a Seminarios Regionales Caribeños y del Pacífico sobre Situaciones Coloniales y la Declaración de la Década para poner fin al colonialismo en el mundo.

¿Alejandro, qué argumento jurídico sustenta nuestro reclamo permanente sobre las islas Malvinas?

El derecho argentino se ajusta al derecho internacional. Sabe Ud. que, desde la interpretación técnico-jurídica, existen tan sólo cuatro vías admisibles para la obtención de la soberanía plena sobre un territorio. Estas son: a) la ocupación; b) la prescripción de un derecho preexistente; c) la cesión voluntaria y d) la más polémica- a través de un tratado de paz. Los tres primeros métodos son inapelables. El último ha dado lugar a la mayoría de los conflictos armados contemporáneos, de orden mundial e internacional.
Bien, el legítimo derecho argentino radica en los acontecimientos históricos y los fundamentos jurídicos que son complementarios entre sí. Históricos porque remontan del siglo XV y la Bula Inter Caetera del Papa Alejandro VI de 1493 y después, pasa por los sucesivos descubrimientos, o más bien, avistajes de: Américo Vespuccio con su expedición de 1501/2; la circunnavegación de Hernando de Maga¬llanes en 1520 y luego la expedición del obispo de Plasencia, en 1540 entre otros. Pero el descubrimiento de un territorio no da por sí sólo el derecho de título a ello sino, que debe ser apoyado con la ocupación efectiva.

Como se sabe, la primera colonización de las islas no fue española sino francesa, cuya ceremonia inaugural se celebró el 5 de abril de 1764. Por la bula papal antes mencionada y ratificada por el Tratado de Tordesillas de 1494, la soberanía de las islas le correspondía a la corona española. En razón de ello, el rey Carlos III reclamó el pleno reconocimiento francés a la titularidad primogénita española y después de arduas negociaciones, Francia reconoció internacionalmente el derecho español prioritario.
Desde entoces, el 1° de abril de 1766, España ocupó y administró las islas ininterrumpidamente hasta el 13 de febrero de 1811, en ejercicio de sus legítimos derechos soberanos sobre el archipiélago. En la fecha aludida el último gobernador español de Malvinas, acató las ordenes de su superior, el virrey Vigodet, de replegarse con la guarnición de Malvinas a reforzar la defensa de Montevideo en la lucha contra el movimiento independentista dirigido desde Buenos Aires.
Téngase presente las fechas de la dominación indiscutida española: de 1766 a 1811. Ahora, recuerde que el Virreinato del Río de la Plata fue constituido en 1776 e incluyó las islas Malvinas, cuya gobernación dependía directamente del gobierno central del virreinato con sede en Buenos Aires. De esta vía de ascendencia nace el principio de la sucesión territorial del derecho internacional.
¿Por qué debemos tener esta figura presente? porque el mismo derecho internacional nos enseña que: cuando una colonia se independiza del poder metropolitano, el estado soberano naciente en este caso la Argentina- hereda el territorio que poseía como colonia.

Otro factor de tener muy presente es el de la ocupación continua española porque desde la óptica jurídica, resulta soberano de un territorio el Estado que ejerce dominio sobre ello mediante la ocupación efectiva, sin interrupción y sin contradicción de título, en un territorio sin dueño declarado y/o ocupantes, ni señales de haber habido una ocupación, aún transitoria, anterior. La expedición del francés Bougainville encontró las islas despobladas y su Estado soberano, España, reclamó su inmediata devolución. Pues claro está que las islas Malvinas son legítimamente argentinas, usurpadas por el Reino Unido el 3 de enero de 1833.
La presencia y administración británica actual del territorio malvinero no tiene ningún viso de legalidad pues la Argentina nunca ha renunciado a sus legítimos derechos sobre las islas; la última presentación ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas fue en julio de 2002.

¿Qué pasó entre 1811, la fecha del retiro español de las islas y enero de 1833?

La pregunta suya viene muy bien, porque me permite ampliar los conceptos vinculantes del principio del utis posedetis o en lenguaje común, la sucesión territorial. Alguna vez, en realidad por bastante tiempo, Gran Bretaña alegaba que sus títulos sobre las islas se apoyaban en la doctrina de la prescripción del título español porque el rey Fernando VII dejó el territorio abandonado a su suerte, sin actos de administración o gobierno posteriores al 11 de febrero de 1811. Por lo tanto, en la tesis de los británicos, Malvinas era una tierra res nullius, eso es, una tierra sin dueño, cuando ellos apoderaron del archipiélago en 1833, pero ese argumento no resiste ningún análisis. En primer término, el retiro español fue en realidad un repliegue militar llevado a cabo bajo la presión de la guerra por la independencia de la Argentina y no un acto de abandono voluntario o por negligencia del territorio. Derrotadas las fuerzas realistas españolas en 1814 por el movimiento emancipador de Buenos Aires, España fue desplazada de toda la región sudamericana dejando sus territorios a los nuevos Estados emergentes, de acuerdo con el principio de la sucesión territorial.

El gobierno en Buenos Aires reclamó las islas en 1816 y en 1820 el coronel de marina David Jewitt tomó posesión del archipiélago en nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata e hizo flamear la bandera en el mástil del fuerte de Puerto Soledad. Esta ceremonia fue presenciada por los capitanes y tripulaciones de barcos ingleses y norteamericanos dedicados a la pesca y caza clandestina en los mares y costas de las islas. Ninguno de ellos, ni sus respectivos gobiernos, protestó por la toma de posesión argentina.
A partir de ahí, nuestro país ejerció actos de soberanía sobre las islas, nombrando gobernadores, otorgando concesiones territoriales (1824 y 1829) e iniciando su colonización en julio de 1829. Nuevamente en todo este lapso (1811-1829) Gran Bretaña nunca protestó por estos actos de soberanía argentina en las islas. Pero sí, y hay aquí un dato muy importante, en 1825 Gran Bretaña reconoció la independencia argentina de la corona española. Todo esto abona la solidez del inquebrantable derecho argentino sobre las islas.


¿Qué debemos cambiar los argentinos para superar las frustraciones que nos plantea el nuevo orden mundial?

Desde mi postura filosófica, nosotros somos nuestros peores enemigos. Estamos sumergidos en un proceso de auto flagelación, confundidos y despojados de autoestima y creatividad. Tenemos que darnos cuenta de que no podemos desandar el reloj para solucionar nuestros problemas. La solución pasa por nosotros mismos. Acabo de decir que la superación viene cuando uno es capaz de darse cuenta de que no se alcanza el progreso esperando que alguien de afuera nos dé la receta mágica e inexistente. El bienestar personal llega a través del esfuerzo individual y el bienestar del conjunto llega cuando cada uno aporta su esfuerzo mancomunado en beneficio del país. Fíjese que después de nuestro intento de recuperación de las islas Malvinas, mediante una campaña bien orquestada de desprestigio y humillación, tomó vuelo una visión apocalíptica de nuestra intervención. Desde las primeras notas escritas por la prensa internacional sobre este tema, nuestros periodistas prontamente se sumaron a esta campaña y peor aún, la hicieron propia. Es decir, mansamente, conscientemente o inconscientemente, se convirtieron en esclavos de los intereses de las superpotencias y no de los nuestros. No le convenía al Reino Unido o a los Estados Unidos que el pueblo común argentino sintiera orgullo, aprobara o se solidarizase con la hazaña de nuestras fuerzas armadas, que carentes de apoyo externo, tuvieron en jaque, durante un poco más de dos meses, a las fuerzas combinadas de las principales potencias mundiales. Consideraban que eso hubiera sido una peligrosa motivación para que otros países subdesarrollados se atreviesen contra el mundo de los "civilizados". Por lo tanto, montaron el operativo de desprestigio.

¿Qué conocimientos debemos reforzar en nuestros jóvenes y niños para que la causa de recuperar las Malvinas nunca se abandone?

En lo que a este tema (las islas) se refiere, es sumamente necesario poner en práctica un programa de difusión y enseñanza de nuestros derechos sobre el archipiélago. En realidad, hay una resolución, la Nº 201, de fecha 13 de marzo de 1969, firmada por el entonces Secretario de Estado de Cultura y Educación de la Nación, José Mariano Astigueta, para incluir en el programa de Historia del ciclo básico del secundario todo lo relativo a las Malvinas desde su descubrimiento hasta el trato de la cuestión ante las Naciones Unidas y el estado actual de la controversia. Lamentablemente esta resolución nunca llegó a ser más que una expresión de deseos. Jamás fue implementada. Sería un buen punto de partida. Un pueblo con educación es un pueblo soberano.

Los actos ceremoniales y oportunas declaraciones ocasionales de algún político no nos van a encarrilar por la vía de la solución y la recuperación del territorio.
Tampoco nos podemos dar el lujo de imaginar que la solución vendrá en circunstancias similares a la devolución de Hong Kong a la República Popular de China o los avances entre Gran Bretaña y España por el problema del Peñón de Gibraltar. Ambos ejemplos son muy distintos a nuestro pleito con el Reino Unido. En el caso de Hong Kong, hubo un tratado bilateral anglo/chino que establecía la devolución del territorio a China después de un tiempo determinado -100 años- de usufructo británico de la isla.
En la disputa por el Peñón de Gibraltar, hay también, un tratado internacional: el Tratado de Utrecht, que establece las condiciones pactadas entre las partes que justificaría una futura devolución a España de su antiguo territorio.

¿Es nuestro reclamo diferente a otros aún pendientes en el resto del mundo?

¡Nuestro caso de las Malvinas es único y excluyente! Nunca hubo un tratado bilateral que legitimara la ocupación y permanencia británica en nuestras islas. El tiempo transcurrido desde la fecha de la usurpación no incide para nada en la convalidación del delito. Los ingleses podrán atrincherase en el territorio 100 años más, pero eso no les dará ningún derecho a poseerlo legítimamente.
No perdamos de vista la recuperación pacífica de las islas, la política a seguir debe ser coherente con el Derecho Internacional. A mi juicio, la coherencia es algo que ha faltado en nuestros frustrados intentos por resolver la situación. A causa de improvisaciones y desprolijidades, en reiteradas oportunidades hemos cedido ante muchas decisiones unilaterales de la contraparte: Gran Bretaña.

En muy pocas ocasiones hemos logrado concretos o duraderos ¿Por qué?

Porque aún no somos capaces de contemplar la posibilidad de canalizar la cuestión por otros organismos internos autárquicos de las mismas Naciones Unidas, en búsqueda de una solución a la cuestión.
Atento a que la controversia con el Reino Unido es netamente jurídica (se trata de una disputa territorial) y por lo tanto es un caso para la justicia ¿quién mejor preparado para deliberar o emitir una opinión consultiva sobre el problema de la validez del título de soberanía de nuestras islas que la Corte Internacional de Justicia?
Se habrá dado cuenta de que en varias oportunidades en esta conversación, me he referido al Derecho como el sostén inconfundible de nuestro legítimo reclamo de soberanía de las islas. Unicamente cuando éste haya sido ratificado podemos abocarnos a la tarea de inserción de las islas y su comunidad en nuestra sistema constitucional con todas sus garantías y derechos civiles y públicos.

A esta altura de los acontecimientos, podríamos poner en claro algunos conceptos ¿cuáles son según su punto de vista?

La política actual de la presentación retórica y formal no nos conducirá a ningún lado. Por más de 30 años, el Reino Unido se ha negado sistemáticamente a cumplir las resoluciones de la ONU que instan a las partes a recomenzar negociaciones bilaterales con la finalidad de resolver esta cuestión de una buena vez. Pues entiendo que dentro de la misma organización de las Naciones Unidas y durante los últimos 25 años por lo menos, hemos estado golpeando la puerta equivocada: la del Comité de Descolonización (el C24), para defender nuestros intereses genuinos, la instancia más propicia es recurrir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Aquí debo fundamentar esta aseveración: la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sería la vía más lógica y la única posible para conmover la imperturbable indiferencia de los ingleses. La CIJ no está sometida a la presión diplomática que sufre el Comité de Descolonización. Gran Bretaña tampoco tiene poder de veto en las opiniones de la CIJ. Por el artículo 96 de la Carta de las Naciones Unidas, el C24 está facultado para solicitar una opinión consultiva de la CIJ; debo aclarar que no es lo mismo que pedir un arbitraje. Los mecanismos de consulta y las formas de reunir evidencias son muy diferentes a los necesarios para un dictamen de una acción arbitral. Sin embargo, el peso político que significa una opinión consultiva de la CIJ es muy ponderable y no me cabe ninguna duda de que sería absolutamente favorable para nosotros. Por ello, no le temo y en distintas oportunidades en seminarios organizados por la ONU la he planteado como vía alternativa para avanzar sobre el tema.

El reclamo tradicional anual ante el Comité de Descolonización podrá continuarse, paralelo al desarrollo de la intervención de la CIJ. Pero también tengo claro que, de circunscribirnos a las limitaciones del C24, nos estamos prestando al juego de los intereses de la alianza angloamericana, contrarios a nuestros propios intereses nacionales y regionales.
A causa de la campaña orquestada en base a una derrota humillante en Malvinas, el argentino común tiene un concepto erróneo de lo que pasó en las islas. Siempre fue desinformado o directamente excluido de la posibilidad de tener acceso a información que pudiera echar por tierra la tesis de una derrota.
Soy veterano argentino del conflicto y todavía me estoy preguntando en qué momento hubo una derrota.
La fuerza de tareas inglesa, Task Forcé como la conocimos en 1982, estaba compuesta por una treintena de unidades navales, incluyendo las de última generación que integraban la flota de la OTAN. Contaban con sistemas de armas muy sofisticados y de defensa de alta tecnología, que según expertos militares, eran impenetrables. Ya habían transcurrido 40 años desde la última pérdida de una unidad naval británica en acciones bélicas.
Sin embargo, está documentado fehacientemente que, el 13 de junio de 1982, el almirante inglés Woodward tenía disponible tan sólo tres unidades de la fuerza en un cien por ciento de su capacidad bélica. En seis semanas de combate la flota inglesa sufrió la pérdida de siete buques por hundimiento, cinco estaban totalmente fuera de combate y doce más tenían averías de consideración ¿Quién hizo semejante estrago en una fuerza de esa magnitud? ¡Acertó! Los pilotos argentinos: una fuerza aérea cuyos aviones eran piloteados por hijos argentinos. No tenían experiencia en acciones bélicas. Volaban aparatos considerados obsoletos por la OTAN y las superpotencias. Volaban en el límite extremo de su alcance operativo. Sus municiones y sistemas de armamento no eran confiables.
Así y todo, la fortaleza espiritual, la convicción de su entrega, la firmeza en la ofrenda máxima, la entereza en el combate franco y limpio, puso de rodillas al gigante multinacional Goliat. No lo doblegó. Pero es sumamente obvio que lo tuvo muy maltrecho. Por ello lo digo con todo respeto, cuando hablemos del conflicto de Malvinas, nunca nos refiramos a él como una derrota. Es un calificativo inapropiado que mantiene latente un injustificado sentimiento de vergüenza.

¿Cuál es el mensaje para los que perdieron sus seres queridos en la guerra?

¡Tamaña pregunta verdad!
En primer término, tengo que hacer un par de reflexiones acordes con el espíritu de la espontaneidad y franqueza de esta nota. Rescato que en el aluvión de desinformación, desprestigio, indiferencia y frivolidad con que se trata el tema de la guerra no declarada por nuestras islas Malvinas, el mensaje central de esa formidable campaña de desmalvinización. es la psicosis de la "derrota" sufrida en el teatro de operaciones del Atlántico Sur.

Para peor, los veteranos del conflicto volvieron al continente bajo un manto de silencio a enfrentarse con un clima hostil, impregnado de humillación y despojados de toda forma de autoestima ¡Qué injusticia! ¡Qué ridículo! En términos de escala, la guerra pudo haber sido pequeña y brevísi¬ma en cuanto a su duración pero, fue encarnecida e intensa para quienes se enfrentaron en aire, mar y tierra. No obstante, le puedo asegurar que no es un dato menor que las pérdidas humanas y materiales sufridas por la Fuerza de Tareas británica fueran diez veces superiores a las producidas en cualquier otro conflicto armado en que haya intervenido Gran Bretaña desde la Segunda Guerra Mundial.
Con todo esto en mente digo: nuestros hijos, padres o amigos, que combatieron en el Atlántico Sur, no sintieron humillación ni vergüenza. Desde el más allá, con inconmensurable amor, ellos reclaman que nosotros no olvidemos nunca, bajo ningún concepto, que no puede haber siquiera un vestigio de vergüenza en dar su vida por la Patria en una causa justa. Para concluir, les digo que sus seres queridos no murieron en vano y me acompañan permanentemente en la defensa de nuestros legítimos derechos sobre esa pérdida perla austral de que habla la marcha de las Malvinas ■


Revista Aeronáutica y Espacial AEROESPACIO - Edición Nº553 May/Jun 2003
Interdefensa Militar Argentina

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