jueves, 2 de septiembre de 2010

Los riesgos del retiro

 La dificil tarea de abandonar una guerra sin un claro resultado.

Entrar en guerra es fácil; salir de la guerra es la parte difícil. Ese axioma es particularmente válido para Estados Unidos hoy, mientras lidia con tres guerras -dos de las cuales le fueron impuestas (Afganistán y la "guerra contra el terrorismo") y la tercera (Irak), que fue iniciada innecesariamente por una administración estadounidense cegada por la ideología y la desmesura.
 
Estados Unidos no tiene perspectivas de una victoria militar en Afganistán o Irak; ya prácticamente resulta imposible seguir tolerando los costos económicos de esas guerras y el respaldo político fronteras adentro está desvaneciéndose. Estados Unidos debe retirarse, pero el precio -para Estados Unidos, sus aliados en la región y para Occidente- sigue siendo una incógnita.

Las últimas tropas de combate estadounidenses se han retirado de Irak. A pesar de usar todos los medios a su alcance, la mayor potencia militar del mundo sólo logró crear una estabilidad doméstica precaria. Nadie hoy está colgando carteles con la leyenda "misión cumplida". En verdad, no se resolvió ninguno de los problemas políticos urgentes causados por la intervención estadounidense -el reparto de poder entre los chiíes y los sunitas, entre los kurdos y los árabes, y entre Bagdad y las regiones-.

Irak sigue siendo un Estado sin una nación común. Es más, corre el riesgo de convertirse en un campo de batalla para los intereses encontrados de sus vecinos. La lucha entre la principal potencia sunita, Arabia Saudita, y el Irán chií por la hegemonía del Golfo  Pérsico amenaza con volver a transformar a Irak en un campo de batalla, con otra ronda de guerra civil incluida. Las vecinas Siria y Turquía probablemente se verían arrastradas instantáneamente a ese conflicto. Sólo cabe esperar que el vacío creado por el retiro de Estados Unidos no estalle en violencia.
La situación en Afganistán es aún más complicada. Afganistán es la imagen en espejo de Irak: una nación sin un Estado. El separatismo nunca fue una amenaza allí, pero desde la invasión soviética de 1979, el país ha sido un teatro de guerra de conflictos globales y regionales.
Lo que vemos en Afganistán no es simplemente una guerra civil. A través de sus aliados afganos, Pakistán en particular, pero también Arabia Saudita, Irán, India y países de Asia Central, están envueltos en una lucha por ejercer influencia.

Al principio, la guerra en Afganistán era una guerra de liberación contra el Ejército Rojo; luego se convirtió en una guerra civil, y desde mediados de los años 1990 se vio inmersa en el conflicto entre India y Pakistán, mientras este último intentaba alcanzar profundidad estratégica e influencia regional a través de los talibán, una creación del servicio secreto paquistaní, el ISI. 

Los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 convirtieron a Afganistán en el teatro de una guerra global. Ahora bien, ¿qué es lo que sucederá de ahora en más? ¿Una recaída en una guerra regional y el terror islamista? ¿O los acontecimientos cobrarán un giro imprevisible?
Estados Unidos y la Otan están atrapados en un dilema en Afganistán. No pueden quedarse en el país indefinidamente, ni tampoco marcharse así como así.
De hecho, muchas veces se olvida que Estados Unidos se retiró de facto del país ya una vez antes, tras la retirada soviética de febrero de 1989. Doce años más tarde, después de los ataques terroristas del 2001, Estados Unidos y sus aliados occidentales tuvieron que volver a combatir contra Al Qaeda y los talibanes, que habían transformado a Afganistán en un campo de cultivo del terrorismo islámico.

Las lecciones de los años 1990 no son difíciles de entender y son demasiado importantes como para ser ignoradas. No obstante, pareciera que algunos funcionarios occidentales intentan hacer justamente eso. Los europeos preferirían retirarse más temprano que tarde, y Estados Unidos probablemente siga sus pasos.
Hoy es evidente el grave error que cometió Estados Unidos al no desarrollar, nunca, una estrategia política apropiada para Afganistán y, en cambio, basarse casi exclusivamente en medios militares. En rigor de verdad, la estrategia para la "afganización" del conflicto que implicó entrenar fuerzas de seguridad locales -algo que se acordó a comienzos de este año en una conferencia en Londres- se basa principalmente en el cronograma de retiro de tropas de Estados Unidos y Europa, no en la situación dentro del país y en la región.

Si Estados Unidos y la Otan dejan a Afganistán librada a sus propios recursos, sin crear primero un mínimo de estabilidad regional, es casi seguro que el peligro islamista regresará relativamente pronto, y será mayor que en los años 1990. Pero la estabilidad regional requiere principalmente la clarificación del papel de Pakistán en Afganistán. Y el mismo desafío se esconde detrás de la fórmula de "inclusión de los talibanes" en cualquier acuerdo para Afganistán, porque los talibanes no tienen poder de negociación sin Pakistán, como lo han demostrado los acontecimientos recientes.

La clave para Afganistán reside en Islamabad, no en Kabul, lo cual significa que el enviado especial del presidente Barack Obama para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, es más importante ahora que el comandante militar en Afganistán, general David Petraeus. Es en la capital de Pakistán donde tendrá que negociarse una solución regional, y las condiciones para el éxito de ninguna manera son imposibles, aunque esto implique la cuestión mucho más complicada -y rara vez mencionada- de las relaciones entre India y Pakistán.

Occidente quiere retirarse de Afganistán, y seguramente lo hará. La ironía, sin embargo, es que un retiro podría conducir a Occidente a una nueva guerra regional, mucho más peligrosa, mientras Irán avanza hacia su objetivo de desarrollar armas nucleares. Si eso sucede, los planes de retiro regresarán a la estantería -probablemente por muchos años-.


Publicado por INTERDEFENSA

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